Mis palabras han muerto; ya no saben a nada.
Trato de reanimarlas. Las mastico, las humedezco con mi saliva y las entibio con suaves bocaradas de mi aliento, pero no reaccionan. Entonces, las regurgito porque no soporto su sabor pestilente, las tomo en mis brazos y las arrullo con cantos cristalinos para ver si resucitan y me liberan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario